lunes, 10 de agosto de 2009

Prólogo: Las hojas han caído (fieles al otoño)

Aquí, nuevamente; junto al mate y las canciones que no dejan de acompañarme, vuelvo a sentarme. Esta vez, para escribir el prólogo de este, que ha sido (pese a que mis intentos buscaran lo contrario) un espacio sin figuración ni definición.
Podría decir que fue el efecto acumulación el que en su momento hizo de mí una víctima sedienta de palabras, martirizada por deseos de escribirlas y mostrarlas; de desprenderlas. Durante meses fui sintiendo esto; el punto de inflexión, quizá, haya sido el conflicto por la 125 entre el campo y el gobierno. Por aquellos días una desacostumbrada conducta circuló por entre nosotros, personas, individuos, ciudadanos, sujetos, argentinos, y evidentemente mi perfil de sociólogo se alimentó de todo aquello para levantarse. Sobre este espacio se levantó una gran parte de mí como sociólogo. Extrañamente, entablé una relación dialéctica con esta realidad que de mí había nacido, con este espacio, y me reconocí, con esto, con éstas que fueron las partes sobre el todo, los todos sobre la parte, la parte que lo es todo y el todo que no deja de ser parte.
Entonces fue que, de la conjunción de circunstancias ajenas y propias, de la realidad objetiva y mi realidad subjetiva, de lo otro y lo mío, el monstruo despertó: la exposición, de la que tanto me he relevado, comenzó a significar destellos de luz, y vendí un pedazo de mi personalidad para establecer este vínculo entre el escriba y el lector. Y comencé a practicar, con timidez, la tarea que consideré fundacional: analizar la realidad desde categorías preexistentes para poder leer el imaginario social.
La consecuencia, inevitable, de que el blog fuera creciendo junto a mí ha sido que ustedes, mientras leían del otro lado, debieron adaptarse a los movimientos que iba perfilando mi pensamiento.
Confieso que por momentos todo esto me suena a desconcierto; un mar de palabras que intentan definir un mismo desconcierto. Pero el esfuerzo es lo que contó, lo que hizo que cada mañana o tardecita valiera la pena sentarse a leer y escribir; como cantaba Calamaro en Los Rodriguez: "voy a perseguir cada palabra con aliento hasta que al fin, alguna se rinda para mí".
Quiero creer que sirve -y ha servido- también para ustedes. Porque a mí me ha provocado y con fuerte empuje, como toda manifestación que me atrae; el poder de liberarse mediante una expresión artística.
Antes, he renunciado. Antes de sentarme a escribir este prógolo que servirá de máscara. Antes de sentir esta especie de melancolía repentina pero prevenida. Antes de que cualquier excusa me encontrara doblándome. Las hojas han caído, fieles al otoño. La decisión ha sido tomada, fiel a mi criterio.

No hay comentarios: