martes, 26 de mayo de 2009

La realidad es nuestra si la Cultura nos pertenece


Un diálogo callejero que trató, basicamente, lo cambiante del clima, me dió el pie perfecto para comenzar y concluir este post que tenía pendiente.
Alguien, este fin de semana, entre la combinación de las bocinas y el calor que parecían incrementar el ahogo, me dice: este clima me está volviendo loco. Y no solo por no saber qué ponerme a la mañana; odio que juegue con mi salud.
Mi pensamiento durante la caminata que prosiguió se basó en aquello: cómo nos cuesta aceptar la incertidumbre, y por sobre eso, cómo nos escandaliza el tener que romper con las costumbres que, con tanta fuerza intentamos mantener (maldita comodidad) que somos capaces hasta de rezongar y culpar por cosas como las manifestaciones de la naturaleza.

El proyecto de Ley de Comunicación de Servicios Audiovisuales enviado al Congreso por el Gobierno y a tratarse en los próximos días me parece, sencillamente, extraordinario. Y el adjetivo intenta ser preciso: extraordinario por lo progresista y por lo democrático, y extra-ordinario por lo fuera de lo común, considerando los antecedentes en nuestro país.
Para empezar, tanto en su origen como en su potencial aprobación, podemos encontrar concepciones democráticamente brillantes: en cuanto a lo primero, su propuesta y su creación estuvo a manos de un arduo debate que resultó en un consenso general; organizaciones sociales, sindicales, cooperativas, de Derechos Humanos, así como universidades privadas y públicas, y medios pequeños y medianos del sector privado, estatal y comunitario, se encontraron comunes en este proyecto de Ley, resumido en 21 puntos. Sobre su aprobación, el hecho de que reemplace a la Ley de Radiodifusión, siendo ésta una Ley aprobada por la última dictadura, ya es un paso enorme; lo confirma el hecho de que vivimos bajo esta Ley y el resultado es monstruoso: medios manipulados, centralizados y concentrados, formadores no sólo de opiniones sino de subjetividades; diarios nacionales que aniquilan a los provinciales, con periodistas egocéntricos; cine importado que domina el mercado entero, no sólo en sus productos, sino en sus maneras de ser y hacer; programas radiales cada vez más amarillos, que alimentan de lo que se alimentan, a saber, el sentido común; y qué decir de la televisión, horripilante foco de creación de prototipos, que nos roba el tiempo con programas chatos y obsoletos.
No es casual que este proyecto de Ley sea tan discriminado, no, perdón, sea tan asquerosamente discriminado por los medios en la actualidad.
Para entrar de manera más directa en qué consiste este proyecto, resumiré de la siguiente manera: propongo mencionar los beneficios y luego las medidas que lo otorgan.

Incrementa el interés público...
Al permitir a la ciudadanía expresarse, investigar y difundir, ideas y opiniones.
Al liberar de costos extras espectáculos y eventos deportivos.

Educa e integra, en pos de un aumento de pertenencia...
Al traer a tema cuestiones como la identidad nacional, y de esta manera, fomentarla y consolidarla.
Al apoyar el proceso de federalización.
Al alimentar el pensamiento y el fundamento crítico.
Al ayudar y ahondar a medios regionales, siendo que cualquier radio deberá tener al menos, un 70% de producción propia.

Promueve el espíritu creativo...
Al permitir la manutención de medios de pequeña escala, ubicados en todo el país.
Al proteger las noticias del interior, que siempre son empañadas por las noticias de la Capital federal.
Al suscitar la defensa de películas nacionales, así como de programas radiales y televisivos, permitiendo así la proyección de trabajo artístico.
Al dejar de exportar cuanto programa internacional que tenga éxito, para liberar espacios de proyección y difusión de pensadores y creadores argentinos.

Protege, realmente y no en apariencias, a la niñez y la infancia...
Al cuidar contenidos y horarios en base a normas a respetarse.
Al inculcar la idea de que, al menos la mitad de los programas de TV abierta para niños sean de origen nacional.

Rompe con los intereses monopólicos...
Al dividir la propiedad de los medios en prestadores de tipo estatal, privados y privados sin fines de lucro.

La idea es hacer una presentación que no puede dejar de ser en bruto al estar saliendo de mi memoria. Pero se puede conocer el proyecto de Ley mismo haciendo click: acá.

Sin dudas, este proyecto tiende a provocar un quiebre estructural, de tipo cultural. Demandará a la ciudadanía mayor participación, y así también un importante ejercicio de criterio.
No puede pretenderse que funcione de inmediato, definiendo "funcionar" al fenómeno de aceptación y participación de la audiencia. Primero, por el silenciamiento intencional que existe hoy en los medios, que impiden su conocimiento popular. Y luego, porque dentro de las transformaciones que implica su práctica, están las del consumo. Habrá que habituarse a consumir programaciones en nuestra lengua, que muestren nuestros paisajes, que nos enseñen de nuestras costumbres, que nos presenten a hermanos de las provincias más lejanas, que construyan nuestra historia y se preocupen por hechos sucedidos acá... Esto suena tentador hasta el momento en que debe aceptarse que el espacio no lo permite todo, y para dar lugar a esto deben restringirse programaciones extranjeras, a las que estamos tan acostumbrados.
¿Seremos capaces de incorporar nuestra cultura?
¿De romper con las costumbres no inherentes pero sí encarnadas de consumir contenidos extranjeros?
Me incluyo en el desafío. Yo también estoy habituado a consumir programas y formas de programacion que son importados.
Yo creo que sí. Yo creo que podríamos superar la incertidumbre inicial, para ver, a largo plazo, el enriquicimiento de nosotros por nosotros mismos.
Por lo pronto, no nos dejemos ningunear. Interesémonos antes de que el proyecto sea debatido; decidamos, sin miedo, a emanciparnos un poco de las culturas importadas, para así afirmarnos en un sentimiento culturalmente nacional.

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